Ingredientes:
- Guisantes frescos.
- Menta piperita.
- Jamón de Trevélez.
- Aceite de oliva.
- Un poco de sal.
Elaboración:
Calentar aceite en el punto de templado y sumergir las lonchas de jamón que se quieran poner. Retirar de la hornilla en cuanto cambien el color y reservar. No debemos subir la temperatura del aceite que debe permanecer a temperatura baja, si es que queremos conseguir la textura deseada.
Añadimos ahora los guisantes y los confitamos quince minutos cubiertos de aceite y con la tapadera puesta (sin tapar del todo, porque como ya sabéis puede rebosar y os lleváis un disgusto), los dejaremos hacer con varias ramitas de menta y un poco de sal. No los mováis, ni los toquéis, dejadlos a su amor.
Truco: Si no disponéis de menta, podéis sustituirla por un sobre de infusión poleo-menta, que prepararéis aparte en un poquito de aceite, procediendo como habitualmente en una infusión, y después, cuando se hayan emplatado los guisantes, rociarlos con un poco de este aceite.
Terminados de hacer y escurridos de su aceite, emplatarlos rodeados de ese buen jamón.
La verdad es que los guisantes frescos tienen un sabor muy diferente de los congelados, y a mí particularmente, me gustan hasta crudos. No menosprecio para nada los de las grandes marcas, porque a buena cocinera que se precie no se le resiste nada y puede convertir hasta la suela de un zapato en un maravilloso Chateaubriand.
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